Guste o no el personaje, en un país cada vez más radicalmente partido y mal avenido, lo de Megan Rapinoe tiene mérito. El fútbol europeo, aquí conocido como soccer, no es ni de lejos la práctica comercial de masas que es en el Viejo Continente o en Sudamérica, por mucho que aterrice Messi en ese artefacto llamado Inter de Miami.