La muerte de Pepe Domingo Castaño ha provocado una consternación espectacular que ha servido para que, en la Cope, sus compañeros lo homenajeen y, con buen criterio, distingan entre el periodista de radio y el locutor, que suelen confundirse. Castaño era locutor, pero perfeccionó, con un sentido hispánico de la euforia y mucha intuición comercial, la figura del animador.