Dicen que la belleza es un pasaporte para el éxito, pero –como señaló alguien con gran agudeza– no es un pasaporte, sino un visado, y caduca. Todo envejece. Envejecen las personas, envejecen las cosas y también envejecen, ay, las obras literarias, tanto si son buenas como, o aún más, si son malas.