Una lluvia diluviana presidió el desfile del 12 de Octubre. Los que parecían más preparados para soportarla fueron los Reyes, que debieron de recordar cómo, hace veinte años, un aguacero satánico saboteó su boda. Para maquillar aquel disgusto, se insistió mucho en que que llueva el día de tu boda es buen augurio de abundancia y felicidad.